Viendo ayer la movida del PSOE no acudiendo al homenaje a las víctimas del 11-M porque estaba la Aguirre, aunque sí en el que estaba Gallardón, sentí asco, verguenza ajena y unas cuantas cosas más que mejor no escribir.
Ni siquiera por respeto ante el dolor y el recuerdo de lo sucedido, dejan a un lado sus cuestiones y se une aunque sea por un día la clase política, que precisamente carece de eso, de clase, que como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende.
Se echa de menos algo que suena a nombre de grupo de rock cristiano que es el CARISMA. La verdad es que no lo hallo por ningún lado o quizás es que yo mismo no me hallo cuando veo a ciertos personajes en los medios.
Uno, que es un flojo de pantalón y tiene a la De la Vega para compensar la falta de testosterona. Su antagonista, el "rival más fuerte", balbucea, no suena creíble y pone unos ojos que parecen decir "en ocasiones veo tiraboleiros".
Por otro lado, Llamazares, todo enjuto él, parece un caballero sin espada, enarbolando la bandera de una izquierda que más que unida parece hundida.
¿Qué nos quedan, los partidos nacionalistas? No, gracias, paso de "ismos", si me llegan que sean porque no tenga más remedio como el reumatismo, al fin y al cabo, por más que nos empeñemos, estamos más empapados en estrasburguismos y bruselismos que otra cosa.
Ante esta perspectiva, uno se pregunta, si rebelarse, mosquearse, entristecerse o simplemente quedarse un día de estos grises, a juego con los diputados, sentado en el sillón, cómodamente entumecido.
Ni siquiera por respeto ante el dolor y el recuerdo de lo sucedido, dejan a un lado sus cuestiones y se une aunque sea por un día la clase política, que precisamente carece de eso, de clase, que como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende.
Se echa de menos algo que suena a nombre de grupo de rock cristiano que es el CARISMA. La verdad es que no lo hallo por ningún lado o quizás es que yo mismo no me hallo cuando veo a ciertos personajes en los medios.
Uno, que es un flojo de pantalón y tiene a la De la Vega para compensar la falta de testosterona. Su antagonista, el "rival más fuerte", balbucea, no suena creíble y pone unos ojos que parecen decir "en ocasiones veo tiraboleiros".
Por otro lado, Llamazares, todo enjuto él, parece un caballero sin espada, enarbolando la bandera de una izquierda que más que unida parece hundida.
¿Qué nos quedan, los partidos nacionalistas? No, gracias, paso de "ismos", si me llegan que sean porque no tenga más remedio como el reumatismo, al fin y al cabo, por más que nos empeñemos, estamos más empapados en estrasburguismos y bruselismos que otra cosa.
Ante esta perspectiva, uno se pregunta, si rebelarse, mosquearse, entristecerse o simplemente quedarse un día de estos grises, a juego con los diputados, sentado en el sillón, cómodamente entumecido.
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