miércoles, 28 de julio de 2010

Resumen del Festival de la Guitarra Córdoba 2010

Bueno, pues ya pasó el XXX Festival de la Guitarra de este año. Ahí va un resumen de los conciertos a los que asistí.

Serrat

Al principio iba predispuesto a que me gustara, la mejor clase de literatura que tuve fue una en que llegamos a clase y nuestra profesora empezó con eso de "Umbrío por la pena, casi bruno, porque la pena tizna cuando estalla...". Comenzó Serrat disculpándose diciendo que era un concierto cerrado, sólo con versos de Miguel Hernández por motivo del centenario de su nacimiento.

Y ya empezamos la jodienda. ¿Por qué tienen que ser siempre los aniversarios múltiplos de 5 o 10? ¿Y por qué tiene que ser un concierto cerrado? Vale que sea el aniversario, pero la gente, aparte de ir a escuchar versos de Miguel Hernández, va a ver a Serrat y espera escuchar temas suyos. Cierto es que el Nano se disculpó diciendo que volvería en otra ocasión y tocaría grandes éxitos "y hasta discos dedicados", pero estas cosas se avisan en el cartel, no ya dentro del concierto.

Por lo demás, buen concierto con un Serrat con una voz en muy buen estado de forma con momentos espléndidos como un algo acelerado "Menos tu vientre" o ese preludio en el que Serrat nos cuenta cómo estando Miguel Hernández en la cárcel recibe una carta de su esposa Josefina contándole que ya sólo les queda una vieja gallina como recurso para comer, ya que la última cabra con cuya leche alimentaban a su hijo, se la han llevado.

Miguel, al enterarse de esto, desde su celda escribe lo que sigue y todo el Teatro de la Axerquía aplaude con un nudo de rabia y tristeza en la garganta por lo que pasó.



Deep Purple

En los minutos previos al comienzo del concierto se olía en el ambiente que se avecinaba algo grande, sonó Rockin' in the free world de Young y lo que era intuición se volvió certeza.

Comienzan con Highway star y la gente nota extraña la voz de Ian Gillan. Le sigue Strange kind of woman, una de mis favoritas y al final de la canción en el duelo voz-guitarra, se entona y vuelve la tranquilidad al respetable.

El concierto transcurre en un ambiente de camaradería entre ellos como en pocos grupos de los que haya visto. Un Gillan bromeando con sus compañeros, Ian Paice haciendo magia con su batería y un Roger Glover con pinta de abuelete venerable entregado con el público.

Mención especial para Steve Morse, que a la vez que desplegaba todo su arsenal de recursos guitarreros, tenía una sonrisa de oreja a oreja durante todo el concierto, agradeciendo la entrega del público.

A la que vez que nos mostraba sus guitarras Music Man y amplificadores Engl, Steve brilló con luz propia con esa forma de tocar punteando cada nota con la púa (picking) frente al típico fraseo de rock que tira más para el estilo legato, o sea, con una articulación basada en ligados ascendentes y descendentes.

En la intro de When a blind man cries, para mí la canción de esa noche, Morse hizo un despliegue de medios con sus intros arpegiadas, efectos de violín jugando con el volumen, uso de palanca de vibrato y un saber dosificar los efectos magistral.

Siguieron canciones como Knocking at back door, Lazy, Perfect Strangers, (con corte eléctrico de un par de minutos incluido), un Space truckin' soberbio, como no Smoke on the water para redondear la noche y como bis Hush (con una intro del Going down) y Black night.

En esta ocasión meritoria fue la labor de Pilar Cobos, periodista del Diario Córdoba, quien consiguió viajar en el tiempo y ver a los Purple tocar Child in time en el Festival de la Guitarra de este año. Sabido es que esta canción es una de las más difíciles de cantar por sus agudos extremos y que Ian no podría cantarla ahora ni aunque un tiraboleiro le meciera las pelotas.



Johnny Winter

Sabía a lo que iba en este concierto, sabía que iba a ver a un señor con la salud deteriorada y que tocando no está al 100% ni en precisión ni en velocidad, pero aún enfermo, este bluesman deja callado al cabo de un turnaround a más de un guitarrista la mar de sano.

Empezó la banda de acompañamiento con un tema instrumental, con un guitarrista competente pero con una señal demasiado procesada en chorus. Al término de la intro, llega Winter por su pie pero con evidentes problemas para andar, se sienta y coge su Steinberger que tiene al lado en un monitor y empieza con un instrumental que enlaza con otro que es nada menos que Hideaway de Freddie King.

Johnny toca con los ojos cerrados todo el tiempo y a cada canción da un trago a una botella de agua que tiene a su lado. La cosa se calienta con uno de mis temas favoritos, She likes to boogie real low, después continúa con el clásico Good morning little schoolgirl, Miss Ann, un Blackjack con muy mala leche, para seguir con "I'm tore down", esta vez con el batería cantando.

Toca Lone Wolf y le sigue un Don't take advantage of me que suena brutal, la gente aplaude con entusiasmo y por un momento se pone el teatro a media luz y Winter entreabre los ojos, como saliendo de un duermevela y en su rostro se pudo ver una expresión de agradecimiento que me conmovió.

Hace su tributo a Hendrix con Red house, sigue con Bony Maronie y nos hace creer que esto se acaba con It's all over now. Pero la gente está calentita y sale de nuevo con su Gibson Firebird.

Cae primero Mojo boogie con un slide a veces algo errático, pero acaba con un Highway 61 realmente brillante, con un solo lleno de ideas y con guiños al final al Third stone from the sun, de nuevo Hendrix para guiarnos en el camino y unos acordes finales que me recuerdan al final del Stone dead forever de Motörhead, aunque podría ser también el de otra canción. ¿Sugerencias?

La gente se tira bastantes minutos aplaudiendo a rabiar, pero el espectáculo se ha acabado. Ha sido 1 hora y media casi de concierto y salgo con algunas buenas ideas para fraseos. No se puede pedir más.



Joe Bonamassa

Fue un buen concierto pero con demasiada pirotecnia guitarrera que encantaba al público pero a mí más de una vez me dejaba frío. Canta bien, pero se contiene, ejemplo perfecto de ello fue las versiones de So many roads de Otis Rush y Young man blues de The who, canciones en las que se echaba de menos más rajo en la voz.

Sin embargo en temas como la sensacional Sloe Gin y Blues deluxe se dejó llevar y nos dejó a todos pasmados ante unos solos bien paridos, dosificados a ratos y lanzados en otros y con montones de ideas melódicas por todos lados.

Acabó con un Bird on a wire de Cohen con un solo sencillo pero precioso y Just got paid de los ZZ Top, con referencias en la intro y en el solo completo a Dazed and confused de los Zeppelin. En ese momento me entraron ganas de que empezara el concierto de nuevo, ahí sí que me puse calentito.




Paco de Lucía

Noche de calor, ¡joé qué caló!. Con Antonio Sánchez a la otra guitarra, el Piraña en la percusión, El Farruco al baile, Alain Pérez al bajo, Antonio Serrano a la armónica y teclados y Duquende y David Maldonado al cante, salieron a escena y como siempre se armó bien armada desde que empezó con su soleá Antonia hasta el final con Entre dos aguas y un baile por parte del hijo de El Farruco, ya con el equipo de sonido apagado, que dejó encantado al público de una Axerquía totalmente en silencio..

Paco sigue destilando magia por los 4 costados y esta vez me gustó como se dosifica, como se deja llevar cuando lo pide el tema, como comparte los temas con sus compañeros, en fin, Paco de Lucía toca la guitarra pero tiene ese algo más inexplicable, inaprensible pero apreciable de inmediato, que es lo que diferencia a un músico genial de un guitarrista que toca muy bien.

2 menciones especiales en esa noche, la primera para Antonio Serrano, haciendo fácil lo difícil, tocando la armónica con una maestría increíble. Todavía recuerdo un momento en que metía unas falsetas por bulerías que me dejaron clavao a las escaleras del teatro (el teatro estaba a reventar y había gente sentada hasta en los accesos).

La segunda mención es totalmente merecida para El Farruco que bailó con una entrega y una fuerza que parecía que iba a echar abajo las gradas del teatro. Absolutamente magistral.

Las pocas palabras que dedicó a Paco, que había hecho un alto en su gira por Europa del este para visitarnos, fueron de agradecimiento para todos y en especial a 3 grandes guitarristas cordobeses o afincados aquí: Vicente Amigo, Tomatito y Leo Brouwer.

Como momento a destacar de la noche para mí, Campanas del alba, una seguiriya con toda la barba.



Mark Knopfler

Sin duda, el concierto más caluroso de todo el festival. En el albero de la plaza de toros de Los Califas hubo varios desmayos antes de empezar el concierto debido al calor asfixiante.

Ecos celtas para empezar con Border reiver para continuar con What is it? y Sailing to Philadelphia, unos de los pocos temas que conozco de Mark en solitario.

El sexto tema es Romeo and Juliet y me vengo arriba. La plaza se viene abajo en aplausos y corea el oé-oé-oé-oé, al que se une la banda con un ritmo de pachanga y Mark improvisa encima, momento muy divertido.

Sigue con Sultans of swing y soy feliz. Sigue con un Done with Bonaparte excesivamente largo para mi gusto y tras 2 temas más llega Telegraph Road, como siempre, una historia bien contada y con un solo épico como pocos.

En los bises Brothers in arms con buenos rellenos de guitarra y excelente solo y la sorpresa de la noche, al menos para mí, toca So far away. Me encanta esta canción, sencilla, estribillo fácilmente recordable y recuerdos de buenos tiempos.

Para terminar, Piper to the end, retomando los ecos celtas, un tema realmente evocador, aunque hubiera preferido que en esa línea hubiera tocado Going home, pero esa fue otra época.

Algunas señoras mayores echándole la bulla a gente que cantaba las canciones "y no le dejaban escuchar al de "Diristrís". Fueron conveniente y educadamente mandadas a tomar algo más que viento fresco.



jueves, 15 de julio de 2010

Con su blanca palidez

Pues bueno, como no tengo ni idea de fútbol, ahí va una crónica en plan parodia, al estilo de esa vieja guardia que es capaz de alterar hasta a un mismísimo gurú.

El pasado domingo se consiguió la gloria para España. Nunca fueron tan acertados esos versos de: "¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve! Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria", palabras que por su gallardía y amor patrio parecen forjadas por nuestro excelso compañero de fatigas, Pemán, lástima que no sea este el caso...

Un huracán rojo y gualda barre nuestra piel de toro dejando nuestros balcones tachonados con nuestra enseña, haciendo gala del orgullo por la valía y desempeño en buena lid de nuestros jugadores de la selección española.

En el partido el juego de Holanda no fue tal, se convirtió desde un principio en una retahíla vil y rastrera de entradas salvajes a nuestros jugadores, con el objetivo de llegar cobardemente a la tanda de penaltis, acciones que tuvieron el culmen de mezquindad con la patada voladora de De Jong, alias Van Damme, contra nuestro compatriota, Xabi Alonso.

Patada en el pecho que fue una patada en el corazón de todo el que se llame buen español y que no mereció más que la tarjeta amarilla por parte del árbitro inglés, Howard Toca-Webb-s, ciego de un ojo y birojo del otro.

Partido agónico, de lucha a brazo partido contra la injusticia, que desembocó en una prórroga que parecía no augurar nada bueno. Pero, de repente, resurgieron los tercios de Flandes frente a la naranja reumática. No podía ser menos ya que para nuestro equipo, su descanso es el batallar.

Andrés Iniesta, caballero de la triste figura, avanza y recupera como otrora hiciera Don Pelayo, el terreno reservado para los que saborean la gloria, marcando un tanto frente al adversario que hace que Robben reclame lo irreclamable y sea aún más amarga su derrota. Amarga como una naranja verde (de envidia), diría yo.

Deslumbrados como los infieles frente al sol que protegía al Cid Campeador en su última batalla, así quedaron estos holandeses maestros de la zancadilla y jugarretas varias ante el juego limpio y virtuoso de nuestra selección nacional.

España, más que nunca unidad de destino en lo universal, se alza con la Copa del Mundo bajo el clamor de "Iniesta y cierra España". Este chico pálido para la máquina, capaz de mandar callar a CR-9, ha demostrado que hay mucho fútbol en sus botas.

Jornada histórica que será recordada por las generaciones venideras por la victoria conseguida y porque todo el mundo se puso de acuerdo en cantar sin complejos eso de: "¡Que viva España!", incluso antes del tercer cubata.

We skipped the light fandango... e hicimos de nuestras calles una marea roja.

Amén.


lunes, 12 de julio de 2010

París

Cuando uno está en París, ya tiene la sensación de haber estado allí tras haber sido retratada en tantos cuadros, películas y documentales. Pero, como en todo, no hay nada como the real thing.

Al principio quieres abarcarlo todo y te pegas sesiones maratonianas de museos, léase el Louvre, el de Orsay, Pompidou o el de Cluny, que te dejan impresionado pero a la vez saturado por lo inabarcables.

8 horas en el Louvre te dejan una sonrisa beatífica del Renacimiento y los pies como unas ruinas etruscas. Dejas a la gente que se agolpe para ver La Gioconda y uno se queda tranquilito viendo Las bodas de Caná que hay enfrente, La Crucifixión de Mantegna o El niño mendigo de Murillo que está en una esquina y que es una obra maestra absoluta por su uso de la luz y por su crítica social sencilla en la forma y descarnada en el fondo.

Luego vas a lo monumental con esas 10 enormes victorias que custodian la tumba de Napoleón I que realmente acojonan, la subida al final de la torre Eiffel, ese Panteón con su cripta donde Rousseau y Voltaire cuyas tumbas, como en la vida real, están enfrentadas o esos animales mitológicos de la torre de Notre-Dame que sabes que no vas a olvidar en la vida.

Notre-Dame simplemente es punto y aparte. St Germain es bonita, St Sulpice también, St Séverin y la Sainte Chapelle increíbles, la Madeleine misteriosa, pero Notre-Dame es sencillamente la catedral más grandiosa en la que he puesto los pies junto a la de Burgos. Me senté para contemplar el altar en lo que pensaba que eran 10 minutos y se me pasó una hora y cuarto sin darme cuenta.

Aunque para mí, lo mejor de París es pasear ya sea por las grandes avenidas como los Campos Elíseos, las plazas como la de los Vosgos o la Concordia o mejor aún, cerca del Sena y contemplar los puestos de libros, láminas y discos antiguos, los puentes, los distintos monumentos que se vertebran a ambos lados del río o simplemente ver la vida pasar.

En uno de los últimos días caminando cerca de la orilla, en uno de estos bateaux-mouches de qualité oí salir una versión de Caminemos en versión jazzera que me dejó tocao, porque es que no hay semana que no me dé caza el bolero este. Causalidades de la vida.

Pero una de los cosas que más impresionado me dejó fue encontrarme en el distrito 14, en un sitio donde aparentemente me estaba saliendo de todos los mapas, la Square Montsouris, un lugar que es más que un lugar, es un estado mental, un remanso de paz donde la hiedra trepa por las paredes de las casas con tejados a 2 aguas y ventanales de estilo art-decó. En pocos sitios me he sentido más tranquilo en mi vida. Eso sí, con pinta de ser caro de narices, ahí sólo tirar de la cadena debe costar lo que aquí un cubata.

Como curiosidad, en el parque de Montsouris, en ciertos bancos al sentarte se activa un dispositivo y te sale la voz de una tía recitando versos con tono calentorro, aunque a mí más bien me sobresaltó.

Gracias a Juan por la hospitalidad y guía en cuestiones de metro, pato y los misterios de la fecha de caducidad. Sobrevivimos al cóctel Père-Lachaise-La Défense con cerveza calentorra y a la caipirinha sobrecargada de cachaça del garito de ambientación mejicana.

Antes de irme vi allí el mejor partido de España en el mundial y aquí la final contra la selección de los Países Bajunos. No se puede pedir más.

Mañana a currar otra vez. Je dois toucher un salaire, mon ami.